Como estamos falando das Misións Pedagóxicas e estamos lendo teatro imos falar hoxe das obras de teatro que se foron representando nas diferentes misións (ben podería ser outro proxecto de club de lectura):
Mais, antes de nada, un breve documental que resume a entrada de onte:
«Durante los cinco años en que tuve la fortuna de dirigir aquella muchachada estudiantil, más de trescientos pueblos –en aspa desde Sanabria a la Mancha y desde Aragón a Extremadura, con su centro en la paramera castellana– nos vieron llegar a sus ejidos, sus plazas o sus porches, levantar nuestros bártulos al aire libre y representar el sazonado repertorio ante el feliz asombro de la aldea. Si alguna obra bella puedo enorgullecerme de haber hecho en mi vida, fue aquella; si algo serio he aprendido sobre pueblo y teatro, fue allí donde lo aprendí. Trescientas actuaciones al frente de un cuadro estudiantil y ante públicos de sabiduría, emoción y lenguaje primitivos son una educadora experiencia.» Así contaba Alejandro Casona a súa experiencia como director de Teatro del Pueblo, a compañía de teatro das Misións. Podes ler aquí un interesante artigo sobre o teatro nas misións, de donde extraemos as palabras do dramaturgo.
Sigue dicindo: “Yo he llevado el Teatro del Pueblo, formando parte de las Misiones Pedagógicas, por más de 500 pueblos de España. Recuerdo cuando llegamos a Sanabria. Íbamos médicos, ingenieros, peritos agrícolas… Pintamos y decoramos la escuela. Construimos camino anís adecuado; aún recuerdo que pedimos trigo del Canadá y que los resultados fueron magníficos. Mi trabajo fundamental era dirigir una compañía de teatro. Creo que las representaciones deslumbraban a las gentes más que todo el resto. Me acuerdo, como si lo viese ahora, que una tarde montamos El dragoncillo, de Calderón (unha irónica versión do entremés cervantino que xa coñecedes “La cueva de Salamanca”). Un campesino, con actitud despectiva, sacaba los grumos del tabaco cuando se levantó el telón. Se había pegado el papel de fumar al labio y le pasaron los cuarenta minutos en un segundo. Cuando acabó la representación sintió una especie de sobresalto… »
Segue a falar das obras representadas, algunhas lidas por nós, como os Entremeses de Cervantes ou Fuenteovejuna: «Al mismo afán respondían los espectáculos multitudinarios organizados por Margarita Xirgu bajo la República española, con los quinientos figurantes de su Alcalde de Zalamea representado en la plaza de toros de Madrid, su Fuenteovejuna en la plaza histórica del pueblo que Lope elevó a protagonista colectivo de su drama, y su Medea en las ruinas del teatro romano de Mérida (monumento do que falamos aquí) ante 40.000 (sic) espectadores fervorosos llegados de todos los rincones de España.”
Narra, asemade, como representaban tamén aos pasos de Juan de la Encina e Lope de Rueda, ao Calderón das jácaras e mojigangas e, por iniciativa de Antonio Machado, unha adaptación de Sancho Panza en la Ínsula de Casona, pois como dixo o poeta, «los juicios de Sancho, además de malicia y donaire, tienen ese sentido natural de la justicia inseparable de la conciencia popular». Outra peza creada por Casona para ser interpretada por estes actores itinerantes é Retablo Jovial, que tedes na biblioteca (con outros títulos do mesmo autor)
Ao teatro das Misións acompañábao un coro cuxos concertos producían un grande impacto nas personas dos pobos, pois pese a ter na meirande parte dos casos unha rica tradición musical oral nunca escoitaran aquelas cancións populares interpretadas por unha agrupación vocal.
Por outro lado, xa comentamos na entrada de onte que Pedro Salinas encargáralle a Rafael Dieste a creación dun Teatro de Guiñol para as Misións, que tomaría o nome de «Teatro de Fantoches ».
As farsas escritas por Rafael Dieste para este teatro de guiñol pretendían «avivar la veta de las maravillas en la imaginación popular, al mismo tiempo que la pristinidad de su ética profunda». Tal vez o Teatro de Fantoches constituíse o vínculo máis cordial e directo entre o pobo e os misioneros da República.
Continúa dicindo Casona: “Labor semejante hacía Federico García Lorca con su Barraca trashumante de ciudad en ciudad, y mis estudiantes de las Misiones pedagógicas de aldea en aldea, tratando de devolver al pueblo el teatro, las canciones y las danzas del pueblo.»
“La Barraca fue una obra de la República, pero con un creador muy personal: Federico García Lorca. Tal como contó Marcelle Auclair, el nacimiento de La Barraca se produjo el 2 de noviembre de 1931, cuando Federico llegó a la casa de sus amigos, el matrimonio Morla, dispuesto a salvar el teatro español. Federico les expresó su argumentario: para salvar el teatro español es preciso, lo primero, encontrar un público para él. El público existe: es el pueblo. A él le representaremos obras de Cervantes, Lope, Calderón, de los clásicos. El teatro se llamará La Barraca y será un teatro que podamos montar y desmontar en poco tiempo, irá por los campos, por los caminos del mundo, porque el público está en cualquier camino. Y si es verdad que se hace camino al andar (Federico sabía de memoria los poemas de Machado) nosotros vamos a hacer al público en los caminos, montaremos el tablado aun en los pueblos más humildes, y sabrá mantener la tradición de los viejos comediantes ambulantes.
Desde el primer instante Federico contó con Eduardo Ugarte. Y cuando le preguntaron de dónde sacaría los fondos para llevar a cabo ese hermoso sueño, contestó: ¡Bah!, eso es una cuestión de detalle. Lo importante era poner en marcha el carromato de los actores para llevar el teatro clásico a los que están ayunos de poesía y espectáculo.
Todo fue conseguir un camión para trasladar los decorados y las cestas del vestuario, construir un tablado de seis por ocho metros, montarlo en las plazas de los pueblos, buscar las conexiones eléctricas si las había, pintar y colgar los decorados, ensayar los actores bajo la estimulante dirección de Federico. Así lograron un teatro que cambió el rumbo del teatro en España.
Vestidos todos con un uniforme de obrero, el mono, con el escudo en el pecho, diseñado por Benjamín Palencia, representando una rueda y una carátula: el teatro ambulante, se lanzaron a recorrer los caminos de España llevando la voz, la sensibilidad y la capacidad creativa de Federico y su troupe teatral.
Federico dirigía, moviendo con gracia a los personajes, con canciones que nadie sabía de dónde las sacaba, imponiendo una movilidad de escena perfecta que hacía que el público prorrumpiese en incontenibles aplausos. Como testimonia el barraco Luis Sáenz de la Calzada, «nadie podía saber en qué resortes mentales, en qué mecanismos del sistema nervioso se encuentra como agazapada la cualidad plástico-teatral que en Federico alcanzó tan altas cúspides».
Las obras que prepararon y llevaron por pueblos y ciudades fueron: de Cervantes, La cueva de Salamanca, La guarda cuidadosa, Los habladores y El retablo de las maravillas ; de Calderón, el auto sacramental de La vida es sueño ; de Tirso de Molina, El burlador de Sevilla ; de Lope de Vega, Fuenteovejuna, Las almenas de Toro y El caballero de Olmedo ; de Juan de la Encina, Égloga de Plácida y Victoriano ; de Lope de Rueda, Paso de la Tierra de Jauja ; de Antonio Machado, La tierra de Alvargonzález , y del Romancero , «Romance del Conde Alarcos».
Fragmentos da peza Las almenas de Toro, Lope de Vega
Ensayaban en el auditorio de la Residencia de Estudiantes sin decorados, delante de una cortina de color marrón. Para las representaciones contaron con decorados y figurines realizados por excelentes pintores (…) y cuando no era posible contar con decorados, Federico los sustituía por el color que daban a los focos.
Los campesinos asistían a las representaciones con un gran respeto, con un silencio religioso, y en los momentos cumbres aplaudían, irrefrenables. A veces se oían murmullos y ohes por el choque de lo que se decía en la escena con las pudorosas costumbres de la época, como cuando Laurencia en Fuenteovejuna gritaba:
Vive Dios que he de trazar
que sólo mujeres cobren
la honra de estos tiranos
la sangre de estos traidores
y que os han de tirar piedras
hilanderas, maricones,
amujerados, cobardes…
Desde el público llegaba nítido al escenario un ¡Uuuuuhhh!, no sabemos si de sorpresa o de condenación; el caso es que, en la época a que me refiero, 1933, una mujer no decía «maricón» ni aunque la asparan; tampoco hablaba el llamado sexo débil tan mal —o tan bien, que no puedo emitir juicios de valor— como ahora, de manera que yo pienso que era la sorpresa de la gente la que tenía la culpa del ¡Uuuuhhh! cuando Laurencia, con todas las potencias de sus registros vocales y consonantes, soltaba lo de «maricones». Cuando acababa su recitado la gente aplaudía a rabiar, teniéndose siempre que interrumpir la escena; los actores quedaban como estatuas —era la consigna— y, cuando los aplausos decrecían, volvían a la vida. Lo cuenta Sáenz de la Calzada.” (Fragmento extraído deste artigo )
Fotografía extraida da Exposición itinerante, La Barraca, Teatro y Universidad. Ayer y hoy de una utopía
Velaquí o repertorio e o itinerario da compañía teatral:
E aquí uns pequenos documentais que amosan a vida e filosofía da Barraca:
Finalmente, as pegadas da barraca: