No sé si estoy en lo cierto,
lo cierto es que estoy aquí.
Otros por menos se han muerto,
Leño, Maneras de vivir
Páxina 105 da obra citada
Esta é unha das primeiras referencias musicais que atopamos en Estaciones de pasoe que da título (e sentido) ao terceiro relato da obra. Aquí podedes escoitar a canción:
Pero onde practicamente a obra se fai música é no derradeiro relato do libro: “Mozart, y Brahmas, y Corelli”. O protagonista deste é Tomás, que vai descubrir a vibración do desexo que chega coa mesma violencia coa que vén, ás veces, esa música ben feita que se che mete nos ósos e na pel e non pode saír deles, “(…) y mi cuerpo es ligero, esbelto, hermoso, y no lo cambiaría por ningún otro mientras, en alguna parte, Mozart, y Brahms, y Corelli, me bendicen con la nostalgia de mi edad, y de mi vida(…)Páxina 238
Os tres músicos: Mozart, de quen falamos aquí a propósito dos gustos da señora Michel , Brahms e Corelli miran desde as alturas das estrelas ao adolescente Tomás , velan por el e axúdanlle a expresar e a entender ese sentimento de ardor, amor e desexo que sinte por primeira vez na súa vida:
“(…) Sólo sé que el día que la vi, sentí lo mismo que la primera vez que escuché con atención, con oído de músico y no de pasajero de ascensor, Las cuatro estaciones de Vivaldi, la misma mezcla de alegría y asombro y de placer y de inquietud y de soledad y de envidia y de espanto que me inspiró esa música perfecta. Porque Fernanda también era perfecta, y más que eso. Fernanda era música(…)”
Páxina 236
“As catro estacións” de Vivaldi
“(…) Y entonces, Vivaldi empezaba a sonar dentro de mi cabeza.
– ¡Fernanda, guapa!
Adolfo chillaba y ella sonreía, y la gloria de Antonio Vivaldi la envolvía en una nube vaporosa y crujiente, pura música, más que música, una emoción difícil de explicar mientras la reina caminaba, se paraba, se exhibía, escogía a sus clientes, y las cuatro estaciones se fundían en el único y supremo acorde de su cuerpo para que yo me sintiera más pequeño, más solo que nunca, y enfermo de su belleza (…)
Páxina 242
“(…) Cuando se marchó en un Alfa Romeo rojo que ya conocíamos de vista, llevándose la luz, la alegría de Vivaldi y mi zozobra, Nancy salió a la carrera uy levantó el brazo como si pretendiera detenerla, pero no lo logró y se quedó quieta, paralizada en medio del asfalto, hasta que el sonido de una bocina la espabiló (…)
Páxina 245
“(…) ¿Tú sabes quién era Shostakovich, Adolfo?, pregunté a cambio. ¿Yo?, y me miró con los ojos muy abiertos, una interrogación de azul purísimo, ni puta idea. Pero con ese nombre sería ruso, y si es ruso, casi seguro que cae bien…(…)
Páxinas 260 e 261
“(…) Luego, cuando empezó a hablar, lo hizo chillando, pero ya creí distinguir una nota de entusiasmo en su voz. ¡Eso es Shostakovich!, gritó, y los ojos le brillaban, ¡las Suites de jazz! Sí, logré responder por fin, bueno, en realidad, son sólo algunos temas que…, vale, lo he arreglado yo y ya sé que las transiciones son una chapuza, ¿no?, pero… (…) no lo había hecho por mí, ni por ella, ni siquiera por amor a Shostakovich_aquella obra tan clásica y tan moderna, tan popular y tan brillante, tan llena de intuición, de inteligencia, de ritmo, de alegría, de astucia, de colores_, sino para impresionar a dos putas colombianas de la Casa de Campo, una tan guapa que era pura música, la otra tan fea que era como yo(…)
Shostakovich, Suite de Jazz número 2
Escúchame, Tomás, me dijo doña Paula aquella tarde, yo no he llegado pero tú vas a llegar. Te lo estoy diciendo muy en serio. Tú tienes talento, hijo, tienes muchísimo talento… Cuando me di cuenta de que me había puesto colorado del todo, busqué el consuelo de la pared del fondo, y sentí que Brahms me miraba.
_ Estás muy contenta, ¿no?_ le pregunté a Nancy aquel sofocante mediodía de julio, mientras ya no estaba tan seguro de que la idea que habíamos tenido Brahms y yo fuera tan buena. Era el tercer día que cargaba con el violín hasta la Casa de Campo, y el tercer día que le pedía a Adolfo que me lo guardara mientras iba a verla. Pensar que las Suites de Shostakovich quizás pudieran llegar a gustarle no había sido tampoco una buena idea (…)
Páxinas 257 e 258
“(…) Yo la oía sin llegar a escucharla, porque una voz interior y sin embargo ajena, cómplice e irónica a la vez, repetía al mismo ritmo que una cantinela muy distinta, cállate, Tomás, no seas gilipollas, cállate, Tomás, no seas gilipollas, cállate, Tomás… Debía de ser Mozart, que siempre me ha parecido el más espabilado de los tres, y sin embargo, y a pesar de eso, no le hice caso(…)
_ No, no es eso, Nancy, no es eso… -¿no te había dicho que te callaras, gilipollas?, deja en paz al chico, un piadoso Corelli intercedió por mí, él va de buena fe, tenía que intentarlo, ¿no? (…) “
Páxinas 259 e 260
Con todos eles conviven a música popular:
“Cuando se enfada mucho, me dice que acabaré tocando pasodobles* en Las Ventas, como mi abuelo, o romanzas de zarzuela en el quiosco del Retiro los domingos por la mañana, como mi padre(…)”
Páxina 237
Fotografía de Almudena Grandes extraída de aquí.
a latina:
“(…) En aquel momento, alguna puso en marcha un aparato de música y media docena de chicas se arremolinaron a su alrededor para bailar una canción de Juan Luis Guerra, moviendo al compás sus piernas desnudas, relucientes, sobre los veinte centímetros de sus tacones (…)
Páxina 240
“Ojalá que llueva café en el campo” Juan Luis Guerra
e a máis lixeira:
“(…) – ¿Y usted por qué no se trae un día el violín, niño?_ me decía cuando estaba de buen humor_. Nos podía dar un conciertito…
_ Es que lo que yo toco_ sí, sí, sí, se oía a lo lejos, este amor es tan profundo, que tú eres más consentida y que lo sepa todo el mundo_ no os iba a gustar… (…)”
Páxina 252
“(…) – No, no merece la pena. Con lo alta que han puesto la música_ maaaaayonesa, Nancy Bailaba sola alrededor de su árbol, tú me bates como haciendo mayonesa, y nunca la había visto tan contenta, todo lo que había tomado se me subió pronto a la cabeza-, no me ibais a oír(…)”
Páxinas 255 e 256
* O pasodoble tamén aparece no conto “Tabaco y negro” concretamente nas páxinas 65 e 66. “(…) Era “El gato montés“. Una versión de órgano electrónico, roma de graves, aflautada de agudos, ovalada de puro gelatinosa, mala y vulgar, pero El gato montés, un pasodoble tan vivo, tan brillante, tan erizado de cristal y de platillos, derritiéndose como la anorexia de una aristócrata tuberculosa entre las curvas superfluas de aquellas butacas con nombre de monarca justamente ajusticiado por sus súbditos. Estaba escuchando El gato montés y mirando mi vida, lo que quedaba de ella, lo que quizás siempre sería, una melodía de hilo musical, un órgano electrónico en el palco de la banda, una novillada nocturna televisada desde Benidorm, un toro mecánico y el bombero torero, un helado sin azúcar, un café con sacarina, un hombre incapaz de tener miedo, un desierto de emoción (…)”