O seguinte libros que imos ler é Estaciones de paso, de Almudena Grandes. Chega un punto na vida no que hai que vivir esa estación, ese paso que nos conduce á vida adulta. Pode ser, ese paso, un acontecemento moi significativo ou un detalle nimio que condensa tal intensidade que nos fai medrar ou avanzar, que nos cambia de estado. É o que lles acontece aos protagonistas (adolescentes desorientados) dos contos que compoñen esta obra.
Fotografía de Almudena Grandes co seu compañeiro, o poeta Luis García Montero. Está extraído da súa páxina web
A xuntanza será, como xa lembraredes, o luns 7 de abril. Agárdavos unha interesante lectura para estes días de marzo e, na xuntanza o budin de atún, que fuciona como elemento vertebrador do que serían os capítulos do conto(reparade niso) e que era o plato favorito do pai de Maite ( a adolescente protagonista do conto “Receta de verano“). A ela a primeira vez saiulle fatal a pesar de que “era una receta tan sencilla que nadie se había molestado en apuntarla en un cuaderno. No hacía falta, mi madre me recitó los ingredientes de memoria mientras de arreglaba para ir a trabajar, dos kilos de patatas, tres huevos, pan rallado, salsa de tomate, tres latas de atún al natural…”
(Páxina 183)de Estaciones de paso, editada por Círculo de Lectores).
Eu farei o budin seis veces porque, tendo en conta que á protagonista lle saiu perfecto á quinta vez, a min levarame máis tempo collerle o punto.
“La primera vez me salió fatal (…) Se me olvidó engrasar el molde, cocí las patatas más de la cuenta, no desmigué bien el atún, me cansé antes de tiempo de remover la masa. Lo que salió del horno era una especie de tarta demasiado salada de dos colores mal mezclados, que se había pegado a las paredes de acero inoxidable como si les hubieran dado una mano de cemento antes de empezar. La tiré a la basura sin decir nada y murmuré por última vez que yo no había escogido cocinar.
La segunda vez me salió líquido.
Un mes, quince días, quizás sólo una semana antes, me habría desanimado lo suficiente como para renunciar a seguir intentándolo, pero las cosas habían empezado a cambiar (…)”
Páxinas 189 e 190
“(…) Pero tampoco aquel día me salió bien el budin. Ya me lo había advertido mi madre, y mis ojos no debían andar muy finos, porque tuve que vaciar una lata entera sobre la mezcla de patatas y atún antes de convencerles. Al meter el molde en el horno, el conjunto tenía un estupendo color salmón. Cuando lo volqué sobre la fuente, una especie de puré rosa y caliente se desparramó en todas las direcciones, inundando la encimera para precipitarse sobre el suelo, sin ahorrarse el esfuerzo de chorrear sobre las puertas de los blancos armarios de mi madre. Aquel día ni siquiera tuve que tirarlo a la basura, pero cuando acabé con la fregona, ya sabía que iba a seguir intentándolo.
La tercera vez me salió demasiado espeso (…)
Páxinas 198 e 199
“(…) La cocina estaba limpia, fresca, recogida, el sol del sábado calentaba las baldosas a través de la ventana, en la casa se escuchaba un silencio que se podría confundir con la armonía, y cuando puse las patatas a hervir estaba segura de que aquella vez iba a poder con él.
En cierto sentido, así fue. El budin se desprendió del molde sin quejarse y conservó su forma sobre una fuente redonda, aunque su volumen había disminuido aparatosamente dentro del horno. Al mirar su aspecto achatado, como aplastado por el aire, aposté conmigo misma a que estaba duro como una piedra. Acerté, y sin embargo, mis pequeños logros me animaron a probarlo. No sólo estaba duro, era peor. Parecía un puré de patatas recalentado con incrustaciones de un fósil de atún. Ni rastro del tomate, que aquella vez había incorporado con una prudencia que resultó ser tan necia como mi previa magnanimidad.
Cuando lo tiré a la basura, mi madre todavía no se había levantado.
La cuarta vez me salió demasiado soso (…)”
Páxinas 208 e 209
“(..) Aquella vez lo hice todo de un tirón, sin mirar la receta. No presté mucha atención al punto de las patatas, desmigué el atún sin perder tiempo en mirarlo, batí los huevos como si les tuviera manía, y adopté la justicia salomónica_medio bote de tomate frito, ni más ni menos_ para no pensar en nada que no fuera lo que me había sucedido aquella tarde y no había acabado de sucederme todavía. El resultado tenía un aspecto, un color y una consistencia inmejorables, pero después de meterlo en el horno, al colocar el tarro de pan rallado en su sitio, me encontré con el de la sal, que no se había movido de su lugar, dentro del armario.
_ Se me ha olvidado echarle sal_ murmuré, y me eché a reir en lugar de desanimarme_. Se me ha olvidado echarle sal_ repetí, y no podía creerlo, y sin embrago lo había hecho_. Se me ha olvidado echarle sal…
Luego, me senté en una silla y allí me quedé,sonriendo como una boba, hasta que sonó la alarma del horno.
La quinta vez me salió perfecto(…)”
Páxina 219
“(…) Antes de encender el horno, puse el congelador a tope. Mi madre me lo tenía prohibido, porque decía que así se decuajeringaba el termostato, pero yo no podía tener en cuenta esa clase de menudencias, aquella tarde, ya no. Mezclé el resto de los ingredientes mientras hervía las patatas para ganar tiempo, y dosifiqué el tomate con el aplomo que había nacido de la suma de todos mis errores. No se me olvidó nada, ni engrasar el molde ni añadir la sal, y estaba tan segura de que aquella vez triunfaría, que me concedí la licencia de hacer la mayonesa antes de sacra el budin del horno, desde donde viajó, perfectamente desmoldado, redondo, liso y uniforme, derecho al congelador y a la ruina del termostato(…)”
Páxina 227 da edición citada.
Cociñade ben a vosa lectura e que vos saiba rica!!!