“(…) Al día siguiente, 7 de diciembre, hubo una parada de un cuarto de hora en la estación de Green River.
La nieve había caído durante la noche con bastante abundancia, aunque, mezclada con la lluvia y medio fundida, no podía perjudicar la marcha del tren. Con todo, el mal tiempo no dejó de inquietar a Passepartout, pues si la acumulación de nieve atascaba las ruedas del tren, el viaje se vería comprometido con seguridad.
-¡Qué patrón el mío!-se decía-.¡ Sólo a él se le ocurre viajar en pleno invierno! ¿es que no podía haber esperado a que llegara el buen tiempo para aumentar sus posibilidades?(…)”
“La vuelta al mundo en ochenta días”, Clásicos Universales, SM
Temos aos protagonistas parados na estación. Nós detémonos noutra, na Estación de Francia, na física
e na poética. Esta última é obra de Joan Margarit.
LA PROFESSORA D’ALEMANY
En aquell Institut de la postguerra
hauria d’haver après una mica de grec
i haver sortit amb un vernís dels clàssics.
Però, si aprendre alguna cosa allí
ja era difícil, res amb menys futur
que l’alemany, llavors entre les runes
negroses de Berlín sota la neu.
La meva era una llengua perseguida
i la d’ella una llengua derrotada.
En una aula petita de la torre
on era l’Institut, en entrar a classe,
sempre me la trobava de genolls
fregant vora un cubell i parlant sola.
No sé alemany, i en general em queda
un mal record de tota aquella gent,
però mai no he oblidat el seu dolor.
Ara que passo comptes amb qui sóc
sento els genolls al fred de les rajoles
per esborrar el passat, com ella feia
amb la roja sanefa del mosaic.
Joan Margarit
LA PROFESORA DE ALEMÁN
En aquel Instituto de posguerra
debí haber aprendido algo de griego
y adquirido un barniz sobre los clásicos.
Pero, si aprender algo era difícil,
nada tenía aún menos futuro
que el alemán, cubierto por negruzcos
escombros de Berlín bajo la nieve.
La mía era una lengua perseguida
y la suya una lengua derrotada.
En un aula pequeña del chalé
donde estaba instalado el Instituto,
al entrar la encontraba de rodillas
fregando junto a un cubo, hablando sola.
No sé alemán y en general no tengo
buen recuerdo de toda aquella gente,
pero no olvidé nunca su dolor.
Ahora que paso cuentas con quién soy
siento en frías baldosas mis rodillas
mientras borro el ayer, como ella hacía
con la roja cenefa del mosaico.
Joan Margarit, Estación de Francia.
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